Todos en mayor o menos medida, estamos conectas con nuestro verdadero Ser, y esta conexión es la que nos guía mas allá de lo que la mente dicte, porque el verdadero Ser no es la mente física y entender esto implica una profunda comprensión al saber quién es uno en realidad.
La mente es fácil de engañar por las ilusiones de lo que llamamos realidad y rara vez alguna elección viene del corazón, es por esto que tantas personas no son autenticas, así como también el sufrimiento que encontramos en nuestras vidas responde a las emociones fabricadas por la mente.
En términos generales la mente no es la mejor guía para las elecciones significativas de nuestra vida, pero es una herramienta que ayuda en las tareas prácticas. La comprensión de nuestro verdadero ser más allá de la conciencia mental expande nuestra capacidad para permanecer enfocados en quienes somos, permitiéndonos separar lo real de lo irreal, darnos claridad y conectarnos con lo divino que hay en nosotros.
Eventualmente se consagrara el equilibrio y la integración entre la divinidad en nosotros, la mente física y la realidad que percibimos, pero esto no significa que los problemas desaparecerán y las trabas de nuestras vidas dejaran de existir, sino que podremos manifestarnos con paz y tranquilidad para resolverlos con toda claridad sin identificarnos con ellos o permitiéndoles que se alimenten de nuestra energía.
Este proceso implica el final de la angustia creada por la mente al percibir un problema identificarnos con él y luego tratar de encontrarle solución, porque este modo de operar no pertenece a quien realmente somos, por eso en este punto se logra soberanía sobre nuestras vidas.
El tiempo para lograr la soberanía en nuestras vidas, varía en cada persona y es único, ya que depende de las experiencias vividas, la confianza y la fe para abandonar lo que creemos real, aquello con lo que nos identificamos y dar paso a lo divino, hacia el despertar de nuestra conciencia, el verdadero Ser.
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